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La importancia de un calzado adecuado
Según un artículo de Carlos Blasco, podólogo y profesor colaborador de la Universitat de València, “los pies de los recién nacidos son como la plastilina: moldeables, manejables a nuestro antojo. Por lo tanto, los pies de los recién nacidos no deberían recibir ningún tipo de presión externa al cuerpo. Bastará con resguardarlos del frío con calcetines de lana y durante el verano sin nada".
En consecuencia, no se aconseja poner zapatos rígidos, ya que impiden, no sólo su correcto crecimiento, sino también su movimiento natural. Se aconseja llevar: tobillo, pies y dedos libres. Ésto le ayudará a encontrar su propio equilibrio y al correcto desarrollo del pie, además de toda la información sensorial que envía el pie al cerebro, según sea la superfície por la que está pasando (rugosidad, inclinación, dureza,...). Una información muy importante para su desarrollo.
A veces vemos a niños caminar con los pies y piernas rígidas, ya que el calzado impide el movimiento natural de su pie: su flexión, su apoyo, y no se equilibran con armonía, utilizando todo su pie y apoyo. Por poner un ejemplo, es como si nosotros, los adultos, caminásemos con unas botas rígidas de esquí. Ellos tampoco tienen la fuerza suficiente como para flexionar según qué calzado. Por eso se caen y les cuesta mucho subir y bajar obstáculos.
Es importante encontrar un calzado que permita el libre movimiento de los tobillos y de toda la planta del pie en general. De un tejido o piel flexible y suela que permita la total flexión del pie. Para casa, si hace frío en el suelo, se aconsejan los calcetines antideslizantes o zapatitos totalmente de piel blanda.
Según el estudio titulado "Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes", elaborado por Isabel Gentil García, Profesora de la Escuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad Complutense de Madrid, "desde el punto de vista del desarrollo neurológico y de la sensibilidad táctil, los pies del recién nacido tienen una sensibilidad mucho más fina que la de la mano hasta los 8 ó 9 meses. Por ello, en los primeros meses los pies tienen una función esencial: informar del mundo exterior al bebé, tocando con ellos todo lo que tiene a su alcance, los manipula con sus manos y los lleva a la boca donde las terminaciones sensitivas son mayores. El hecho de calzar continuamente a los bebés que no caminan les priva de información táctil y la percepción de la posición y movimiento de los pies en relación con el espacio, que juegan un papel importante en el sistema nervioso central".
Los mejores zapatos: los propios pies, aquellos que se deslizan y no resbalan, aquellos que se mueven con total libertad, que se agarran a diferentes superficies, también irregulares, contribuyendo al desarrollo muscular. Que se flexionan para subir y bajar, que los dedos permiten adaptarse a cualquier obstáculo... que dan libertad y seguridad total de movimiento, porque somos nosotros quienes los controlamos.
Los que nos envían toda la información sensorial que reciben, los que nos avisan antes de caer al vacío, los que nos relajan tanto al sentirse libres...
Eva Mª García Vargas. Maestra de Ed. Infantil